India,  Viajes

India y Nepal: Un Viaje en el Tiempo. IV: Orchha y tren nocturno

  Capítulo IV: La tranquilidad y las cucarachas

Tras el incidente animal, el resto de la noche y parte de la mañana, descansamos a pierna suelta olvidándonos del calor ambiente. Hoy continuaríamos el viaje por India con un tren nocturno pero aprovecharíamos el día para visitar los templos de la ciudad de Orchha. 

Sobre las 11 nos levantamos pese a que a esa hora era el check-out, si ellos tienen pachorra para unas cosas nosotros no íbamos a ser menos. Subimos a la terraza a desayunar, las vistas eran muy buenas, se veía el pueblo y los diferentes templos entre una verde vegetación. Las nubes que antes tapaban el sol se fueron difuminando y el calor comenzó a ser asqueroso, con lo que decidimos tomar el desayuno en el piso inferior.

Estuvimos un buen rato de charla y a las 12, mientras desayunábamos apareció el gerente del hotel a decirnos que el check out era a las 11, tras unos cuantos “sorrys” seguimos engullendo nuestro desayuno. Tras llenar el estómago hicimos el pertinente check out y dejamos las mochilas en un cuartito, estaríamos todo el día fuera viendo el pueblo hasta que a la tarde un auto nos llevara hasta la estación de trenes de Jhansi. 

Vistas de Orchha desde la terraza

Al salir a la calle la primera impresión ya fue algo diferente al resto de la India que habíamos visto. Había mucho menos ruido y se respiraba, aparte de olor a boñiga, tranquilidad. Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que realmente estábamos en un pueblo, se antojaba bastante pequeño y la cantidad de animales era también superior a Agra o Delhi. Llegamos hasta el centro del pueblo, donde había un mercadillo con bastante actividad y gente, lo evitamos un poco y nos acercamos hasta un templo.

Orchha es un pueblo de unos 9000 habitantes, es bastante turístico porque tiene unos cuantos templos y palacios y unos cenotafios cerca del río. Nuestra primera visita fue el templo Chaturbuj, que la verdad es más impactante por fuera que por dentro. En su interior solo pudimos ver salas vacías y gente durmiendo en la sombra, nos ofrecieron indicarnos por dónde subir a lo alto, pero la verdad ninguno teníamos ganas de escalar a esas horas.

El mercado y las cabras aparcadas
El exterior del templo
Desde el interior del templo

Mientras fuimos bajando oímos unos ruidos a lo lejos, debatimos sobre si se trataba de alguien haciendo ruidos raros o de un animal, nos acercamos hasta allí y resultó ser una cabra que hacía un ruido muy gracioso. En medio del pueblo hay un templo militar que solo abre a ciertas horas y que por fuera parece bastante feo, no llegamos a entrar. Volvimos a pasar por el mercado y éstas me tuvieron un buen rato de compras, hasta que se apiadaron de mí y decidimos cruzar el puente e ir a ver Raj Mahal (palacio real). Por el camino unas niñas pedigüeñas se pegaron a estas tres en busca de un trueque pulsera de mierda-rupee, nos siguieron durante un buen rato hasta que entramos en el complejo. El palacio fortaleza se encuentra en una isla del río Betwa y merece la pena su visita. 

Cruzando el río con el palacio al fondo

Pagamos la entrada de rigor y nos perdimos por dentro de la construcción. Visitamos habitaciones vacías, almenas y balconadas con vistas geniales, visualizamos algún que otro lémur brincando por el tejado y varios buitres encaramados en las picotas. Tras la sesión fotográfica decidimos visitar otro de los templos de la isla, éste no era tan impresionante como el otro pero aún así tenía su encanto. Aquí nos tiramos un rato a descansar antes de volver al pueblo. 

Patio del Raj Mahal
Monetes por las alturas
Vistas desde el Raj Mahal
Impresionante escenario
El otro templo

Para mi desgracia la fiebre consumista se volvió a apoderar de las muchachas y siguieron de compras un buen rato. Al menos en una de las tiendas nos invitaron a un reconfortante chai (y eso que no compramos nada). Finiquitadas las rebajas decidimos dar un paseo por el río hasta llegar a los Chattris, unos cenotafios bastante chulos que están a la vera del Betwa y entre la maleza. El camino fue toda una novedad para nosotros, la ausencia casi de ruido y gente deleitó a propios y extraños, daba gusto pasear.

Además el sol estaba totalmente sepultado por unas nubes que anunciaban tormenta, lo que jugaba a nuestro favor en cuanto a términos térmicos. Llegamos a los monumentos funerarios, son bastante impresionantes y nos hicimos una rueda de fotos. Eso sí, no nos acercamos hasta su interior porque el encapotado cielo estaba adquiriendo una tonalidad cercana al tizón, augurio de lluvia monzónica inminente. No queríamos volver empapados.

Cenotafios
Un poquito negro sí estaba
Mordor acechando sobre Chattris

De retorno al hotel la noche se nos echó encima, una vez allí pedimos nuestra temprana cena o nuestra comida tardía. Les dijimos que llamaran a un autorickshaw para salir a las 19:30 de allí. Mil años después nuestra comida llegó, no fue nada del otro mundo, pero al menos estaba comestible y no ultrapicante y el precio era más que asequible.

Llegó el auto y nosotros decidimos hacer uso de un baño limpio uno tras otro. Nos esperaba una noche en tren y los baños ferroviarios no es que sean de lo más higiénico. La puntita de humor la puso como no, dea, al salir del baño con la falda medio subida, lo que supuso un deleite indio en toda regla, seguido de unas cuantas carcajadas. Llegó la hora de montar en el autorickshaw y tras un entretenido viaje llegamos a la estación de Jhansi. Nuestro tren estaba ya en la estación, así que fuimos a instalarnos.

Para nuestra desgracia nuestras camas estaban al lado de la puerta, lo que significa un constante cansineo de gente entrando y saliendo, al menos no estábamos en sleeper sino en 3 y teníamos aire acondicionado. Una vez hubo arrancado el tren pasó un hombrecillo entregando mantas y sábanas, poco a poco fuimos pergeñando el invento para dormir y dimos bastante por culo al señor pasa y a otro hombrecillo compañeros de “compartimento”. El aire acondicionado resultó ser todo un suplicio y más cuando te sale justo por la zona costal comúnmente llamada riñonada, me las apañé como pude para tapar la rejilla con una manta sobrante.

Nosotros seguimos a lo nuestro ya desde nuestras camas, que no fue otra cosa que no dejar dormir a los que lo intentaban en las lower berths, ya que primero charlando, luego riendo, desvariando y por último el show de dea con su relec y el caminito de cucarachas rojas que subían y bajaban interminablemente por la pared. Dimos las buenas noches a nuestras rojas compañeras y tratamos de caer en brazos de Morfeo…

El compañero harto de nosotros

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