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India y Nepal: Un Viaje en el Tiempo. X: Vida en Delhi

 Capítulo X: Sobreviviendo a Delhi

Esther nos despertó temprano para que bajáramos a hablar con el casero sobre el tema del papeleo que necesitábamos y así poder llevarlos al FRRO esa misma mañana. Nuestro esfuerzo, más bien el mío ya que Gala se quedó en casa, fue en vano ya que no estaba. En media hora volvería a intentarlo de nuevo. Así comenzaba este día en Delhi de nuestro viaje por la India

Esta segunda vez hubo más suerte, bueno no precisamente suerte. El hombrecillo era el típico indio de barbas canas, alto y con una voz profunda. Eso sí, apenas conseguía entender el dialecto indo-inglés que chapurreaba. A grito pelao y casi cerrándome la puerta en las narices conseguí entender: “not allowed” “this is India, is different”…total que me volví al piso de Esther antes de que me escupiera en la cara. Perfecto, íbamos a estar una semana en casa de Esther y su casero ya nos quiere echar desde el primer día. Llamé a Esther para contárselo y me dijo que ya hablaría con él.

Para más inri nuestros estómagos no soportaron la barra libre del Yum Yum Tree y Gala estuvo todo el día convaleciente con serios pinchazos y episodios diarreicos. Con lo cual a tirar de sueroral y arroz blanco, y a cancelar los planes de ir a Pushkar. Teníamos la semana gafada.

Como Gala no estaba en condiciones de salir a la calle, me puse un rato a escribir el diario y a frikear buscando opiniones y consejos sobre lo del FRRO. Al final en varios foros encontré que muchos no tuvieron problema en salir del país sin registrarse y que a muchos de los que lo habían intentado siquiera les habían dejado hacerlo después de largas horas de cola. Así que desde ese momento decidí que a la mierda con los papeles y la burocracia india, la suerte estaba echada, parece que por lo menos volver hemos vuelto, ¿pero tuvimos algún problema en el aeropuerto? Todo a su debido tiempo.

El día fue pasando, para unos mejor que para otros. A la tarde llegó Esther para hablar con el casero y no solucionó nada, le dijo lo mismo que a mí y además que nos echara del piso que allí no podíamos estar. No viene mal un poco de emoción en nuestra última semana.

Tras cenar, charlar demás pasatiempos decidimos poner una peli. La elegida fue el Caballero Oscuro. En cuanto acabó, directos a la piltra. Necesitábamos una mejora intestinal.

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Día Siguiente

Esta vez nos levantamos con mejor cuerpo, así que había que aprovechar que nuestros intestinos nos daban un respiro para dar una vueltecilla por la enorme ciudad. Como en fin de semana suele estar todo más congestionado decidimos que este día sería el día de compras. Con tranquilidad nos fuimos desperezando, después de desayunar nos sentamos a leer la guía y a preguntar a Esther vía Internet algún que otro mercado chulo. Llegada la hora de comer nos pusimos en marcha, evitamos que nos viera el casero y pillamos un autorickshaw hasta Janpath, allí visitaríamos el mercado que llaman tibetano.

Al llegar al destino cruzamos la carretera rumbo a un Mc Donald´s que se nos había antojado. Por el camino escuchamos una algarabía, nos dimos la vuelta y vimos una manifestación bastante numerosa que evidentemente no supimos lo que buscaban. Una vez en la hamburguesería nos pedimos patatas, nuggets y hamburguesas de pollo, ya que de ternera no tienen. 

La mani

Con el estómago lleno volvimos a la zona de tiendas. El mercado de Janpath se extiende a lo largo del final de la calle con el mismo nombre, sucesivas tiendas numeradas se encuentran a un lado sobre la acera. En las calles perpendiculares a esta también se pueden encontrar puestecillos. Es un mercado de artesanía, ropa y telas. Nosotros pillamos unos tapices bastante chulos y a buen precio. Continuamos hasta el final de la calle y nos encontramos con un zoco, entramos un segundo y nos fuimos porque aparte de que no veíamos nada interesante el agobio de los vendedores era demasiado.

Pillamos un rickshaw hasta Pahar Ganj, un mercado-zoco mucho más primitivo que el tibetano. Está situado frente a la estación de trenes de Nueva Delhi, se trata de una calle a medio asfaltar con casas semiderruidas a los lados y puestecillos variopintos a lo largo de la misma. Podías encontrar desde ropa y complementos hasta baratijas, collares y diferentes telas multiuso. Dimos un paseo hasta el final de la calle y volvimos, por el camino habíamos adquirido un par de fundas para sofá, bolsos y unos cuantos collares. 

Pahar Ganj
Más Pahar Ganj

 Habíamos quedado con Esther, así que tocaba emprender la vuelta a casa. El plan era ir a la embajada italiana a ver una peli que echaban allí. El auto que pillamos para llegar a casa fue todo un despropósito, la vueltas que dio para encontrar la maldita casa fundieron el tiempo que teníamos para descansar antes de quedar con Esther. Subimos a casa sin ser vistos, baño, agua y llamadita. Esther nos esperaba en frente de su curro, que pasáramos a buscarla. Dicho y hecho.

Ya los tres en el autorickshaw llegamos hasta la embajada italiana, el problema fue que al llegar nos dimos cuenta de que ese día no proyectaban la peli, que la proyectaron el día anterior y volverían a hacerlo el sábado. Todo nuestro gozo en un pozo. Cambio de planes, después de la ardua tarea de encontrar transporte económico (ya que los rickshaws escasean por la pija zona de las embajadas) decidimos ir a un centro comercial a pillar comida para los días que quedaban. El centro comercial típico indio resulta ser una manzana con varios edificios en los cuales hay diferentes comercios y restaurantes. Parecido a la zona del Yum Yum Tree.

Maniquí burn en el súper

Después de las compras y uso múltiple de un baño, fuimos a una universidad que pillaba cerca a cenar. Pillamos un rickshaw que nos quería timar (como todos) cruzó unas vallas y entramos en el complejo, nos bajamos casi a la entrada. Ya era bastante de noche y no se podía apreciar mucho, pero estábamos como en medio de una especie de bosque. Se sucedían varios alumnos andando de lado a lado de la carretera. Llegamos hasta la cantina y nos sentamos a degustar un rico paneer entre estudiantes indios.

Mil y una conversaciones después, risas con el hombre que llamaba “námber sixtín” para ir a recoger el pedido y asustados por el posible acribillamiento de mosquitos (nos habíamos olvidado el relec en casa) decidimos volver. No tardamos mucho ya que estábamos cerca de casa. Una vez allí le enseñamos las compras a Esther y nos quedamos un ratejo charlando. Un día más en Delhi, cogiéndole gustillo a la ciudad. Atrás quedó la explosiva impresión de la caótica e imposible de digerir Old Delhi, la vida cotidiana lejos de aquel lugar parecía ser más aceptable. Además, sumamos otro día sin encontrarnos con el casero.

 

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